Se que es difícil, complicado descolgarse de este modo de vivir impuesto desde que nacemos. Nos educaron bajo el lema de ser el mejor, de sacar el máximo de uno mismo… aun dejando tus verdaderas prioridades de lado. ¡Hay que destacar, ganar! El problema, como todo, es olvidar la esencia del asunto…
Quiero ser el mejor, pero no por comparación con los demás, no por sobresalir ante lo que alrededor tengo, no, quiero llegar a más porque quiero crecer, quiero ser auténtico a lo que me pide el corazón, quiero realmente realzar mis verdaderas potencialidades, fuera de lo que la sociedad me imponga, o la gente crea que es lo adecuado. ¡Quiero ser responsable con lo que siento!, y cuando a uno, deja de importarle lo demás, en el más estricto sentido de buscar su propio camino, su propia luz, su verdadera inspiración, el ser humano se siente feliz, es consecuente con lo que verdaderamente desea… No le hace falta compararse, ni criticar lo de fuera para sentirse más dichoso. También, deja de lado los rencores y la envidia, porque realmente lo que le interesa, es crecer en sí mismo, no crecer para que los demás lo vean, lo aprueben o le den su reconocimiento…
Cuando desaparece la competición, cuando realmente cada uno aporta a esta sociedad su granito de arena, sin importarle lo que el otro hizo… todo cambia. Porque esto no es una carrera como nos enseñaron, no, se trata de un juego mucho más sencillo y más valioso. Un juego, que de jugar todos, este mundo no sería el que es…
Es sencillo, si yo doy amor, recibo amor, si proyecto negatividad, rencor, críticas, recibo eso, olvido mi raíz. Mi esencia se pierde en la nada y entra en la dinámica de la carrera… esa carrera que nos da victorias vanas, temporales, felicidad momentánea… es como llenar un vaso de aire, realmente el aire no pesa, se escapa y cuando lo vuelves a mirar, sientes que está vacío, lleno de nada…
Nacimos con esto, pero no por eso hay que culpar a esta sociedad, que realmente construímos todos cada día. Es el juego que se ve en cada calle, en cada rincón, pero podemos descolgarnos cuando queramos, porque realmente las riendas de nuestra vida, las llevamos nosotr@s. ¡Soy consecuente con lo que siento y con lo que quiero! Pues adelante, sin miedo, sin prisas, vive a tu manera, vive lo que realmente quieras vivir, lo que de verdad sientas, no te dejas enganchar por “lo demás”, “lo que debería ser”, cada cual es cada cual, no existe una forma igualitaria en la que todos podamos entrar, porque el corazón de una persona no se puede limitar, ni se le pueden poner normas ni leyes.
Cuando nos demos cuenta todos, de que culpar lo que nos rodea, al de más allá o al de más acá por nuestros sinsabores, desdichas y frustraciones es un vano intento de encontrar nuestra felicidad, una excusa más que proporciona el miedo para anclarnos en este sistema tan bien montado y que nos distancia de nuestro propósito real. Cuando nos demos cuenta de que culpabilizar es tan erróneo como errónea es su consecuencia… no tener el timón de nuestra vida, lograremos ser felices de verdad, bajo el lema del amor y la armonía con los demás y con nosotros mismos…
Difícil, pero posible, es solo cuestión de práctica, de cambiar nuestros esquemas mentales, desarraigar esas viejas y equivocadas maneras y mirar el mundo con otros ojos… pero como todo, está en nuestra elección.
MARIAJO PEPA